4. UNA MIRADA DEL MISTERIO DE DIOS EN UNA COMUNIDAD ORGANIZADA DE RESISTENCIA COMO SIGNO DEL QUEHACER TEOLÓGICO PARA AMÉRICA LATINA

Una mirada del Misterio de Dios en una comunidad organizada de resistencia como signo del quehacer teológico para América Latina

“¡Basta! Detengámonos un poco… En el ámbito del pensamiento no utilicemos más la palabra Dios. Guardemos silencio. Busquemos la experiencia de ese misterio que rodea y penetra nuestra existencia… y desde ahí intentemos balbucir un Nombre que no será su nombre, sino el nombre de nuestro amor a Aquel que no tiene nombre, porque es Inefable”1.

Para la elaboración de esta reflexión acerca de la lectura “La experiencia de Dios y la vida religiosa”2 , me dedicaré, en primer lugar, a una ubicación en un contexto de situación determinado; en segundo lugar, abordaré desde dicho contexto el tema Misterio de Dios, teniendo en cuenta algunos elementos dados por Leonardo Boff junto con mis consideraciones; y finalmente, elaboraré una relación entre el misterio de Dios y el quehacer teológico en América Latina.

Hoy en nuestra realidad de América Latina no podemos ignorar el contexto de situación en el que nos encontramos: una gran mayoría de población que es víctima de innumerables injusticias causadas por las estructuras políticas, económicas, sociales, etc. Una de estas injusticias es el desplazamiento, por lo que me referiré a ella situándome en un lugar determinado de Colombia: Medellín del Ariari-Meta, donde he tenido la oportunidad de conocer no sólo los hechos de desplazamiento sino también el impulso organizativo generador de un proyecto llamado “Plan retorno”.

El interés político y económico que ofrecen las tierras del pueblo ya nombrado, ha desembocado en un conflicto armado entre actores del Estado (Ejército- Paramilitares) y las FARC. En medio de este conflicto se encuentran los campesinos, personas humildes y trabajadoras que, en este caso, son las “víctimas” de la guerra, de la amenaza, de la muerte inescrupulosa y el desplazamiento (además de otras injusticias).

Las personas que salieron desplazadas por las amenazas de lado y lado (me refiero a las amenazas por parte de los diferentes grupos armados mencionados anteriormente), en el 2003 decidieron recuperar sus tierras volviendo a su lugar de origen, rescatando su propia historia, la memoria colectiva e individual de los muertos y desplazados desde una experiencia de Dios comunitaria, adquirida a través de un proceso largo de conciencia, lucha y resistencia. Por tanto, tomaron la decisión de organizarse e iniciar un proyecto llamado “Plan retorno”. A mediados del 2005 llevaron a cabo su propuesta de vida “COMUNIDAD CIVIL DE VIDA Y PAZ” retornando así al lugar que se les había arrebatado y se organizaron en una zona humanitaria como comunidad civil autónoma, sin la presencia de actores armados. Comenzaron todo de nuevo: a punta de pica y pala rehicieron su nuevo hogar comunitario, construyeron una escuela para sus hijos y con ellos forjaron la esperanza de una nueva vida justa. Hoy se encuentran 17 familias que trabajan juntos en solidaridad, mujeres y hombres labran la tierra, comparten alimentación diaria y con la frente en alto, sin miedo a las amenazas que aún lanzan actores armados desde fuera de la comunidad, consideran que la experiencia de Dios ha sido una “Gracia”, porque les ha devuelto su tierra, sus ilusiones, su vida. Dios sigue siendo su Compañero de camino, su Impulso, su Fuerza, sus ganas de Resistir y su Futuro.

1 BOFF, L. (1978). Testigos de Dios en el corazón del mundo. Madrid:
Publicaciones Claretianas, Pág. 50.
2 Ibíd, Pág. 49-69.

Vemos en esta comunidad, en este nuevo Pueblo de Dios, un ansia infinita, un principio de esperanza que los impulsa incesantemente a crear y a re-situarse en el mundo, soñando con un mundo más humano y fraterno, hasta ser capaces de proyectar la utopía de máxima felicidad y de grandes realizaciones: una comunidad justa e igualitaria, con tierra propia, viviendo en fraterna solidaridad, con trabajo y esfuerzo comunitario, sin presencia de actores armados o agentes que generen muerte. De tal manera que “Dios es el Absoluto que surge cuando el hombre profundiza y va hasta la raíz misma de la historia que vive. Y la historia es la dimensión en que vive el hombre, luchando, decidiendo, asumiendo un camino, realizándose. Es en la raíz de esta dimensión donde se descubre Dios como Vida de la vida y fuerza en la lucha diaria. Ese Dios manifiéstase cuando el hombre se abre a Él y se arriesga a experimentarlo.”3

Pero sigamos con la perspectiva de Boff: “El hombre vive en una situación histórica concreta, dentro de la cual siéntese obligado a tomar posición, asumiendo decisiones y realizándose así como ser humano. Asumiendo de una manera radical su situación existencial es como llega efectivamente a experimentar quién es: un ser-en-el-mundo, pero al mismo tiempo capaz de elevarse infinitamente por encima del mundo y de toda situación, razonando y haciendo opciones que lo definen decisivamente y que significan o expresan su salvación o su perdición.”4 La comunidad tiene una apertura infinita y se proyecta más allá de las estructuras políticas, económicas, sociales, culturales, etc, que deshumanizan, con una propuesta de una comunidad justa e igualitaria como horizonte al cual llegar. Dios aquí, ni se confunde con el mundo ni aparece fuera de él, sino que, más bien, surge como sentido radical en la comunidad desplazada, para la cual Dios es un Dios real y vivo, que está a su lado, en su caminar. Dios aparece como inevitable punto de convergencia al que tienden incansablemente sus más íntimos esfuerzos. “Revelación no es sólo el hecho del pasado, sino que es el hecho del pasado junto con la percepción de su sentido para nosotros que vivimos en nuestra realidad.”5

De lo anterior podemos decir que ahondar en el misterio de Dios es poder comprender la revelación, la cual implica a la vez la acción de Dios en la historia y la experiencia creyente del pueblo de Dios, que se traduce en una interpretación de esta acción; se hace necesario, por tanto, la interiorización del sentido en una conciencia humana mediante los procesos de interpretación-comprensión-recepción.

La fe en esa revelación que Dios hace de sí mismo, en vez de desviar la mente de lo temporal y efímero hacia lo necesario y eterno, orienta la mente de la comunidad hacia soluciones plenamente humanas de cara a los problemas históricos (en el hecho de vida postulado: el paso del desplazamiento al retorno). Esto es lo que está atestiguado en la Escritura: un Dios histórico que acompaña al pueblo elegido en sus vicisitudes (la liberación) y surge ante él como el Camino, la Piedra, la Luz, la Fuerza, el Compañero de marcha, como el Futuro Absoluto. De ahí la insistencia en nuestros días de una actualización del mensaje.


3 Ibíd., 58.
4 Ibíd., 57
5 Mesters Carlos, Por detrás de las palabras, Imprenta del Arzobispado,
Cuenca,1988, p. 132


Dios es real y concreto porque vive en el corazón de la comunidad de resistencia y más allá de ella; vive dentro, pero sin agotarse ahí y sin ser un fenómeno del mundo. Dios sólo posee una significación real para la comunidad cuando emerge de su situación histórica mundana, cuando se manifiesta como sentido radical de su vida y como Luz por la que ve la luz. La comunidad se torna reveladora de Dios y articuladora del Sentido y se presenta como transparencia del mismo Dios, que en él se vela y se revela, se da y se reserva.

Pero, volviendo al tema de América Latina, se hace necesario que sus pueblos , al igual que el pueblo de Dios o que la comunidad de resistencia ya mencionada, puedan también vivir su propia experiencia de Dios en su realidad concreta, histórica, presente, sin olvidar su pasado y asumiendo la dimensión del misterio como apertura total de comprensibilidad y de futuridad.

Por otra parte, a nosotros como religiosos se nos hace necesaria la pregunta que interroga por nuestro quehacer teológico en el contexto latinoamericano, pregunta que, de hecho, tiene relación con el misterio de Dios. Y haciendo un primer acercamiento a una posible respuesta podemos decir que “La mediación histórica de la fe es también el acontecer presente en el hoy, el aquí, el ahora del darse de Dios en su ininterrumpida locución en la historia. De ahí que el suceder presente se eleva hoy al rango de auténtico elemento determinante e interno de la teología: lugar teológeno, es decir, generador de la teología en su aspecto de materialidad previa a la formalidad teológica.”6 Es decir, la teología o la religión ante los pueblos latinoamericanos, no puede negar el acontecer diario, ni mucho menos ser el “paño de lágrimas” ante la realidad doliente, porque tergiversaría el misterio de Dios en sí mismo, en algo inmediato, sin sentido e inservible. El peligro de la religión en América Latina es que asuma una ideología que mantenga y justifique un tipo de sociedad injusta y discriminatoria frente a la urgencia de dignidad de aquellos pueblos que no la tienen. Se hace necesario, entonces, que el quehacer teológico se proponga no como un simple discurso de liberación, sino como una propuesta al servicio de la causa de los pueblos latinoamericanos en su búsqueda de una vida más digna y más justa desde su propia experiencia de Dios.

6 PARRA, Alberto, SJ, Teología fundamental, Textos, contextos y pretextos,
pontificia Universidad javeriana, Facultad de Teología, 2005 (colección TEOLOGÍA
HOY Nº 44), Pag. 325

JHON JAIRO VARGAS PABÓN, CMF

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