3. LA TRINIDAD CAMINO DE COMUNIDAD EN LA LIBERACION SOCIAL E INTEGRAL

En una realidad latinoamericana de pobreza y marginación se hace necesario ahondar en el misterio trinitario como modelo de comunión. “La Trinidad se comunica como Trinidad cuando se establece la comunión en la tierra. Se vive también como esperanza y se anticipa en esta esperanza cuando los oprimidos y sus aliados luchan contra las rupturas y las opresiones. La comunión trinitaria es fuente de inspiración, factor de protesta, paradigma de construcción”. La inspiración hace que las comunidades se organicen en una plena comunión y resistan optando por una vida justa y digna, asumiendo la presencia reveladora de Dios trino como generadora de comunión, resistencia y liberación.

El ser existente en la realidad es más perfecto que otro que posea los mismos atributos, pero que sólo exista mentalmente; de otro modo caeríamos en una flagrante contradicción, lo que no puede ser aceptado por la razón. En consecuencia, Dios existe no sólo en la mente (como idea), sino también extramentalmente, en la realidad. Ese transparentar la realidad significa presencia de la trascendencia en la inmanencia, es decir, significa la presencia de la trascendencia en el mundo. Dicha presencia transforma el mundo de meramente inmanente en transparencia de la trascendencia presente en él. No se niega el mundo, sino como lugar y manifestación de algo o de alguien que es más que el mundo, es decir, del trascendente Dios. De esta forma nuestra respuesta a Dios se basa en la experiencia de fe. Por lo tanto, Dios actúa, se “manifiesta” a través de esta respuesta en un acto creador, que es el obrar de Dios en nuestras vidas, y ese acto creador de Dios es buscar la voluntad de Dios y transparentarlo en el mundo.

La revelación es una comunicación de la intimidad de Dios a la intimidad del hombre que el hombre descubre en sí mismo, es decir, históricamente, y la expresa con lenguajes propios del ser humano, con el testimonio y el discurso, explicándola según su cultura y época. La revelación implica un conocimiento del hombre hacía la voluntad de Dios. Si Dios quiere que nosotros hagamos su voluntad, es porque percibimos la presencia de Dios en nuestras vidas. Por eso, cuando existimos ponemos en juego la posesión del ser absoluto en nuestra existencia, y esa existencia es el acto creador de Dios que se llama voluntad.

La teología la entendemos como una lectura de la revelación bíblica desde una autoexperiencia consciente del ser humano hoy. Desde esta experiencia consciente se leen los textos de la Biblia. La Biblia misma es una lectura consciente de la vida en diversos momentos históricos del pueblo de Israel o de la comunidad de los seguidores de Cristo. La revelación es una entrada filosófica al estudio de la teología, que es una ciencia. La teología es más una ciencia sobre el hombre, una antropología integral, que una ciencia sobre Dios. El hombre objeto de la ciencia teológica, es entendido como infinito y trascendente, y se construye como tal desde su dimensión terrena y transitoria.

Afirmar que Dios es trascendente quiere decir que no tiene límites, que es infinito. Afirmar que el hombre es trascendente quiere decir, que siendo el hombre limitado, finito e intrascendente, tiene también en sí mismo un poder que lo saca de lo finito. El hombre trascendente es el mismo hombre que sale de sí hacia el otro. Dios es trascendente porque lo experimentamos en nosotros mismos; o sea, que él se trasciende saliendo de sí hacia seres finitos que somos nosotros. El contenido fundamental de la Sagrada Escritura es Dios que se trasciende en el hombre para hacerlo infinito.

“Entonces, el objeto de la teología es el ser humano habitado por Dios, quien lo hace trascender; es el hombre en el cual Dios está implicado creándolo. O también podemos decir que es Dios haciendo al hombre. La preocupación de la teología es el hombre que Dios está creando, haciéndolo trascender” .

La experiencia de Dios en la Palabra encarnada nos invita a descubrir su rostro en todo ser humano y a trabajar con otros por la Vida en su totalidad. Porque es un Dios que se nos revela solidario con el ser humano, es un Dios que sabe escuchar el grito de los excluidos y camina junto al pueblo, sanando los cuerpos adoloridos, liberando de la parálisis, abriendo los ojos a los ciegos, enderezando a la encorvada, reintegrando a los cuerpos leprosos. Estos cuerpos liberados por Jesús son ya un signo del “nuevo cielo y la nueva tierra”. La revelación es una manera de vivir la realidad humana, es lo que le da sentido humano a la existencia. Quien experimenta la revelación se ve implicado en un compromiso por los pobres, no por una mera convicción doctrinal, sino solidarizándose, es decir, sintiendo y viviendo la suerte del pobre. Y esa experiencia la vive de manera inseparable de su acción firme y audaz.

La doctrina no surgirá como resultado de una especulación teológica de algunas mentes penetrantes sobre lo que puede ser Dios en sí mismo, sino que será el resultado de una necesidad de reformular y explicar, en la medida de lo posible, la experiencia de Dios que habían tenido aquellos que reconocieron la presencia de Dios mismo en Jesús de Nazareth y creyeron que Dios mismo actuaba entre los hombres con la acción de su Espíritu.

Será precisamente la capacidad de perseverar en la fidelidad a esta experiencia originaria lo que determinará la aceptación o el rechazo de determinadas expresiones teológicas posteriores. Serán aceptadas las fórmulas que sean coherentes con aquellas experiencias y se rechazarán las que aparecen incapaces de preservarla.

Como ya hemos remarcado, los cristianos viven de la convicción de que en la “encarnación” del Hijo y en la gracia o efusión del Espíritu han tenido una singular experiencia de Dios mismo. Jesús y el Espíritu no son para ellos mediaciones extrínsecas de Dios, a través de las que Dios se comunicaría a los hombres, como lo había hecho, por ejemplo, a través de la Ley o los de profetas: son Dios mismo que, para salvar a los hombres, se les comunica desde el seno de su divinidad. Se trata de acoger una original propuesta salvífica de Dios, que se manifiesta queriendo hacerse presente y actuante entre los hombres por medio de Jesús y por su Espíritu.

Esto lleva a tener que pensar a Dios de una manera nueva: Dios no es “el trascendente”, el Ser remoto, inaccesible, cerrado sobre sí mismo en eterna soledad. Por la experiencia de la comunicación de Dios en Jesús y en el Espíritu se levanta una puntita del velo que esconde la realidad inefable de la divinidad y vislumbramos que Dios ha de ser más bien Aquel que tiene su gozo y su plenitud en comunicarse, en darse, en vivir y amar como quiere, con soberana libertad: previamente vida y comunión de vida en el intercambio inefable de los tres que llamamos Padre, Hijo y Espíritu. Puesto que Dios es en sí mismo, eternamente y esencialmente comunión de vida, podrá comunicársenos, haciéndonos participar, por el Hijo y por el Espíritu, de su propia vida eterna.

La Trinidad con la humanidad, mejor que cualquier antropología, nos enseña la verdad de lo que somos y lo que debemos ser. Dando lo mejor que tenemos y recibiendo de ella una vida de común unión y de liberación, con su luz, su verdad y su gracia, se convierten en la buena noticia para todos nosotros.

La Trinidad se fundamenta en la Palabra, la actitud, la creación, la vivencia, la muerte y la resurrección de Jesús. Por eso, cuando hablamos de Jesús, hablamos, o debemos hablar automáticamente, de la Trinidad (del Dios de Jesús). Entonces, si ese Dios de Jesús envía a su propio Hijo para reparar el Reino maltrecho, para reanunciarlo, para que la humanidad pueda esperarlo de nuevo, y para que la humanidad colabore, como debe, en su construcción, es evidente que la voluntad de Dios sobre la humanidad es la finalidad de la humanidad. No puede ser otra más que la revelación de la Trinidad.
A partir de la experiencia de Jesús y del Espíritu, nos lleva a pensar dentro de un sistema simbólico en el que dios es Padre, principio de vida, de comunicación, de amor, que eternamente se expresa y se da al que es Hijo, término eterno de comunicación de la propia vida, en una comunión que se consuma en el Espíritu Santo, vida increada y divina, amor y don que se ofrecen mutuamente para preservar la realidad de la comunicación de Dios, que se encuentra en el origen del cristianismo.

“La persona humana es invitada a superar todos los mecanismos de egoísmo y a vivir su vocación de comunión”. La persona es el ser de la comunicación, en y para la comunicación: una comunicación que es perfecta y total en Dios, y que esperamos que se realice plenamente en nosotros cuando el mismo Dios nos llame a participar plenamente de su propia vida. La persona humana, creada a imagen del Dios Trinidad, es invitada a vivir a semejanza de la trinidad. Se ha de realizar, no en la afirmación de sí misma contra los otros, sino en la relación y en la comunión más perfecta posible con los demás, a pesar de los límites que imponen la temporalidad y la materialidad, convencida de que el ser, el bien y el gozo del otro son verdaderamente su propio ser y bien.

Ahora bien, teniendo en cuenta varias posturas y personas que han sido significativas en el recorrido de Iglesia y que se han difundido a lo largo de nuestra historia, tomamos en cuenta sus propias experiencias de fe y tomando lo que otros van aportando sobre este tema. Como primero es interesante resaltar que el modalismo concebía las tres divinas personas, como el “Dios uno y único”. Para el subordinacionismo las dos personas Hijo y Espíritu eran “como las criaturas más semejantes al Padre en cuanto es posible concebir, pero sin llegar a la igualdad de naturaleza con el Padre”. El triteísmo “acepta al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero como tres substancia independientes y autónomas”. Con estas afirmaciones considero que Dios es uno y se manifiesta en las tres personas pero con funciones diferentes. Teniendo como centro la fuerza mediadora y creadora del Padre, que nos conduce a nuevas formas de concebir y de percibir este misterio trinitario, nos vamos acercando al gran misterio, para así comunicar a los hombres la propuesta salvífica de Dios, quien actúa por medio de la acción del Espíritu, para reconocer su presencia en las distintas mediaciones que se va manifestando.

Dios es uno y trino, porque tiene algo que lo caracteriza como propio y lo hace ser específico, teniendo en cuenta su misma esencia dentro del Antiguo y Nuevo testamento, como fuente de su plenitud de ser Dios único. Ya que estas afirmaciones resaltan elementos que nos pueden ayudar a comprender ese gran misterio trinitario y a ir acercándonos desde nuestra condición de creyentes y seguidores de una misma fe y para ir creando la importancia que esto tiene para el caminar de nuestra realidad. Como nos lo presenta los capadocios “la trinidad sólo puede ser concebida como un juego de mutuas relaciones de verdad y amor”. Son tres, pero unidos en sí. A lo largo de la historia se han dado varias tesis sobre este tema, pero llegando al fin, a concebir aquella gracia santificante que los une y que al mismo tiempo los hace diferentes uno de otro.

No perdiendo de vista que estas tres personas se hacen presentes en la vida humana y van operando de una forma coherente con nuestro estilo de vida, ponemos de manifiesto que este misterio revelado nos va haciendo más cercanos con aquella Palabra que nos une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Toda experiencia humana parte de algo específico y nosotros como creyentes la iniciamos con el bautismo. La reafirmamos en la confirmación por la acción del Espíritu, como una fuerza mediadora que cambia y transforma nuestro ser. Ese Espíritu, es dado por el Padre, nos ayuda a estrechar una mutua comunión con las tres divinas personas que son dadas gratuitamente como regalo de Dios-Padre.

La experiencia de Cristo nos ayuda entrar a en los fundamentos de la revelación de Dios trinitario, como camino de luz y esperanza para la historia de la salvación. Poniendo entre sí la fuerza creadora que se expande por todo el misterio, y que lo iremos descubriendo con nuestras propias actitudes y acciones de nuestra vida. Dios es un misterio que se nos muestra en el mundo con sus formas de actuar. En el mundo hay algunas perronas que transmiten esa gracia santificante del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
Ya para concluir puedo decir que la relevancia que tiene mi experiencia de fe es que la Buena Noticia de la Vida que Jesús regala al mundo se hace más creíble y eficaz cuando la anunciamos con otros en misión compartida, entramos en relación de solidaridad con los pobres y excluidos y nos esforzamos por inculturarla, a través del diálogo en los diversos contextos. Tres Palabras: Opción, Estilo y Servicio. Es la manera como nosotros los cristianos vivimos con plenitud el Reino de Dios. La búsqueda de Dios en nuestras vidas aparece como el eje que define todas nuestras opciones.
La unción del Espíritu nos habilita y nos hace ministros idóneos para anunciar la Palabra. El don de la unción exige de nosotros un compromiso constante que se realiza cuando la experiencia del Señor y el encuentro con los otros, sobre todo con los más pobres y sufridos, van transformando nuestra vida. Evangelizamos cuando nos abrimos a los demás, ofreciéndoles lo mejor de nosotros mismos, y cuando compartimos con ellos nuestra esperanza. También ellos pueden transmitir de forma insospechada el Evangelio de Dios, si los acogemos, escuchamos sus palabras y nos dejamos enriquecer por sus experiencias.

Por Jorge Cardenas

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